lunes, 12 de noviembre de 2007

Una feria que no tiene precios “salados”


Para volver a sorprenderse con las ofertas hay que regresar al corazón de la feria. "Para vos -dice entre risas un puestero de unos veinte años- las Nike están a 100 pesos". Las zapatillas que realmente son de esa marca no cuestan menos de 200 pesos en cualquier casa de ropa de la Capital. Enseguida, su compañero de puesto lo corrige: "Quedate tranquilo, son 60 pesos".

La palabra "pesos" precedida por un número es lo que más se escucha en La Salada. "Chips para cualquier celular a 5 pesos", grita un chico de no más de 20 años. En cualquier negocio de la calle Corrientes un chip no se consigue por menos de 10 pesos.

"Igual podemos arreglar algo si comprás en cantidad", vuelve a ofrecer. Ya son las 23.45 y en dos o tres locales separados por más de 300 metros suena la canción que menea más caderas en cualquier bailanta: El bombón asesino, del grupo Los Palmeras.

En un puesto en el que venden DVD y CD (en el que, por supuesto, no falta el de Los Palmeras) un cliente se queja: "Les faltan películas". El puestero le replica: "No puedo traer más mercadería. Con el poco margen que hacemos no nos da".

"Para conseguir los mejores precios tenés que caminar la feria uno o dos días antes de hacer cualquier compra", explica un comprador que dice venir muy seguido. Toda la mercadería que ingresa en los puestos de venta lo hace un rato antes de que empiece la actividad, apenas pasadas las 22. Si la feria se realiza en un predio de 20 hectáreas iluminado por luz artificial, las descargas se realizan allí donde la oscuridad recuerda que todo lo que pasa en La Salada sucede de noche.

"Eeee, loco ¡no me vas a robar a mí!", amenaza un hombre que descarga mercadería a unos cinco chicos de unos 20 años. Diez minutos antes, los cinco despachaban a toda velocidad cajas de CD de otro camión.

La seguridad privada -contratada por los administradores- está otra vez a cargo de todo. "Estacioná en el fondo", le dice un vigilante a uno de los ómnibus que siguen llegando cuando es casi medianoche. En "el fondo" ya están estacionados nueve ómnibus de dos pisos que trajeron gente hasta en los pasillos. Allí, uno de los choferes espera por el grupo que trajo hace menos de una hora. "Los espero hasta las cuatro de la mañana porque así quedamos, pero hay grupos que se quedan comprando hasta las siete."

Otro gran negocio que circula alrededor de La Salada y que es resultado del escaso costo de su mercadería es la reventa de sus productos. Muchos comerciantes compran en cantidades al por mayor para sus propias tiendas. Del mismo modo, existen vendedores “cibernéticos” que los ofrecen mediante la web, incluso en sitios en los cuales también se oferta el servicio de las marcas originales.

Pero este gran negocio supera las fronteras del conurbano. Tal es así que desde el interior del país diariamente llegan contingentes para adquirir productos a gran escala en La Salada y luego revenderlos en sus respectivas ciudades o pueblos.

Compare los precios de los productos originales y los de La Salada mediante los siguientes enlaces.


Originales:



La Salada:

Orígenes de La Salada


La Salada comenzó en 1991 con un puñado de bolivianos que se instalaron a vender ropa importadas y comida en terrenos abandonados en la localidad lomense de Ingeniero Budge, que en tiempos de Perón estaban acondicionados como balnearios. Como vieron que el negocio era redituable reunieron a sus familias, y cuando llegaron a las 430 personas armaron Urkupiña SA, que, al sumar nuevos socios, se dividió en Cooperativa Ocean y Punta Mogotes SA.

En los ingresos a los galpones donde funcionan las tres ferias cuelgan carteles que prohíben “la venta de mercadería en infracción de la ley de marcas". Allí se distribuyen unos 15.000 puestos, que se alquilan por hasta $ 350 diarios, y que en la mayoría de los casos desoyen el mandato legal.

Los vecinos del sector, uno de los más pobres del conurbano, también quisieron participar y se adueñaron de los terrenos de enfrente de sus casas para instalar puestos sobre la ribera y explotarlos comercialmente (los alquilan por $ 30). Hoy, unos 5000 puestos armados con maderas, cañas o chapas ocupan unas 15 cuadras a la vera del riachuelo.

Así, en quince años, la veintena de puesteros que se ganaba unos pesos cada lunes vendiendo unos pocos productos a la intemperie creció hasta conformar la Ciudad del Este del conurbano.


La Salada y el Capitalismo de ficción


El tour de compras de La Salada es una de las modalidades de shopping más a contramano: nocturna, multitudinaria, cumbiera y periférica.

Se trata de un complejo de ferias informales ubicado en Lomas de Zamora donde operan cerca de 6000 puestos de venta ilegal de ropa, CDs, películas, juguetes y relojes, entre otros productos.

Es el mercado mayorista más grande del país. Ocupa una superficie de 20 hectáreas equivalente al barrio de Once. Abre sus puertas los lunes y jueves entre la medianoche y la mañana. Se estima que el dinero que se mueve supera los 1200 millones de pesos por año.

Emplea alrededor de 6000 personas para atender a los más de 20 000 consumidores que concurren desde distintos puntos del país cada vez que la feria se pone en funcionamiento. La Salada ofrece en sus ventas productos de contrabando, de robos de piratas del asfalto y de talleres clandestinos donde se trabaja a destajo y en negro. El complejo opera con la complicidad de políticos, jueces, policías e inspectores de la AFIP.

Siendo la feria ilegal más grande de América Latina, la Unión Europea (UE) identificó a esta complejo como un emblema mundial del comercio y la producción de mercadería falsificada.

La imagen se asemeja a la de una procesión religiosa. Decenas de autos y ómnibus repletos avanzan lentamente hacia un mismo destino. Este lugar conocido popularmente como La Salada es el paraíso argentino de lo ilegal.

Una vez que se ingresa a dicho predio se pueden conseguir esforzadas copias de prendas de marcas tales como Adidas, Puma, Topper, Fila, Wrangler, Levi’s, Ufo, Kosiuko, Cheeky, Lacoste, Reebok y Nike.

Los precios son la mayor atracción de la feria. La industria de la falsificación permite ofertar pantalones de gimnasia Adidas a 10 pesos, zapatillas Nike a 30 pesos, jeans Wrangler a 20 pesos y tres remeras Cheeky de manga larga a sólo 8 pesos.

Nos preguntamos como se logra esta concurrencia masiva de consumidores ávidos de marcas (o imitaciones de ellas) de moda.

Como dice Verdú, lo característico de nuestra época actual no es su diversidad sino su tendencia a la homogenización. Todos queremos acceder a los mismos productos. Marcas como Nike , Adidas, Kosiuko, están impuestas, y quienes no tienen la facilidad de acceder a ellas, no se resignan. El valor monetario de un producto original es elevado para mucha gente pero los otros valores, los que se comercializan en esta mega feria, son accesibles para todos. Las personas que quedan afuera del “circuito del original” recurren a la búsqueda de las imitaciones y por lo tanto a ferias como La Salada.

Este predio es, entonces, uno de esos lugares que interpreta esta necesidad y pone al servicio de los que no acceden a este mundo de consumo real, una forma de consumo “trucha”… pero de consumo al fin!!!.

En este sentido, es clave el oxímoron que se da. Es un complejo que abre sus puertas sólo de noche, lo que demuestra una conciencia de que lo que se hace esta mal, y vende copias de productos de marca a un costo ridículo.

Hasta La Salada se acercan todo tipo de personas. No sólo aquellas que realmente no pueden comprar en Kosiuko sino también gente que con esfuerzo puede hacerlo. Se trata de gente de clase media - media alta atraídos por la curiosidad y por la oportunidad de comprarse aquello que quieren sin tener que pagar una fortuna.

La gente, comprando en esta feria, luce el mismo logo de Nike en sus pantalones, zapatillas, habiendo abonado el importe de 10 pesos por él y no 100 que es lo que realmente vale. Es decir, gracias a este negocio, están aptos para integrarse a un esquema de consumo que va más allá de ellos y que exige un cierto nivel de vida que hace que uno realmente “pertenezca”.

Es así, como pueden engancharse en la compleja red de consumo actual tomando un atajo, el que les propone La Salada.

Se podría creer que La Feria de La Salada al vender imitaciones de estas marcas competiría con las marcas originales. Nosotros creemos que no es así, que esta feria y muchas otras son instrumentales a esta maquinaria y a este sistema capitalista de homologación cultural. Es instrumental con las mismas marcas originales ya que las imitaciones buscan ser como ellas.

Las empresas Nike o Adidas si bien podrían llegar a perder algún consumidor por esta “competencia” logran que su “Marca” o su nombre se siga vendiendo y se desparrame por toda la sociedad creando una comunidad ficticia de iguales que bajo ningún punto modifica las condiciones reales de existencia, es decir las diferencias materiales que separan a la población en clases sociales.

Aunque no es el objetivo de este análisis no hay que dejar de mencionar que estas marcas tan sagradas y veneradas por sus consumidores explotan a nivel mundial a sus trabajadores.

En cuanto a este tema, a continuación dejamos el siguiente enlace para ser visitado.